Una noche, Juan Díaz de Garayo, vio como entraba alguien en su habitación. Una figura delgada, cabeza calva, pecho estrecho y largos brazos. En su habitación, muy cerca del dolmen de Eguilaz (Álava), se oía un extraño sonido... Alguien le llamaba El lamento comenzó a retumbar en su cerebro. Debía salir en busca de víctimas. Salió al campo con los brazos en cruz. Juan Díaz de Garayo era... el sacamantecas.Una anciana pasó por las cercanías de aquellas ruinas, era el 1 de marzo de 1870. Cuentan que con aquellas manos gigantes estranguló a la pobre anciana. Y luego, fuera de sí, sacó su navaja y la destripó. La oscuridad que le dominaba desapareció y fue consciente de lo que había hecho. Tras ver el cadáver de la vieja con los ojos abiertos y una mueca horrible fue esconderse. "Nunca más volvería a ocurrir" -se prometió.
Tiempo después, la criatura de sus fantasías volvía a entrar por una ventana. Otra mujer estrangulada y destripada cerca del dolmen. La policía buscaba a alguien que creían muy inteligente, feroz y que no dejaba huellas.La tercera víctima fue una niña de 13 años. Las mujeres de toda la región alavesa se encerraban en sus casas. No se atrevían a salir. Empezaban a hablar de un monstruo que sacaba las mantecas de sus víctimas. Algunas mujeres escaparon de sus garras, pero el terror era tan grande que nunca pudieron identificarlo. Veían a alguien deforme y con el rostro irreconocible.A la quinta víctima le quitó la aguja de coser que llevaba como pasador de pelo y se la clavó cincuenta veces en el pecho.
El periódico "El pensamiento alavés" abría su portada así: "Se busca a un sacamantecas".Cuando el demonio dejaba en paz a Juan, éste seguía con su pobre vida. Enviudó tres veces, podéis imaginar el destino de aquellas pobres mujeres.En el invierno de 1879, mientras Juan Díaz de Garayo trabajaba en el campo, una niña de cuatro años que pasaba por allí con su padre lo vio. La niña lloraba muerta de miedo mientras señalaba a Juan y decía a su padre: "Papá, ese hombre es malo. Ese tiene que ser el sacamantecas". La prensa contaba después, que Juan se derrumbó, le habían descubierto después de tantos crímenes.Juan Díaz de Garayo fue apresado y encerrado en la prisión de Vitoria. La Guardia Civil contaba que Juan había confesado no saber lo que había hecho, casi no podía articular palabra. En el informe forense se destacaba: "Su cráneo, su frente parece la de un neandertal. Mandíbulas prominentes. Es un macho brutal, un monstruo. Su rostro está lleno de asimetrías. Un enigma de la moderna antropología. Y en los crímenes algo extraño le ha obligado actuar. Él dice que ha sido el demonio". (Informe forense de Bernardo de Quirós).Un mes después, el más famoso verdugo de la época, Gregorio Mayoral, llegado de Burgos; lo sentaba en el garrote vil. Y el verdugo no pudo evitar el miedo.
Aquel hombre era diferente. Algunos juran, que aquella noche en la prisión, se oyó un extraño grito.El sacamantecas fue enterrado en una tumba sin nombre ni cruz. Varios vecinos de Eguilaz, vieron a un extraño espantapájaros cerca del dolmen y otros dicen haber visto a un extraño ser esconderse en las viejas ruinas. Aquello ya era el inicio de la leyenda de "los crímenes del monstruo sacamantecas".
Tiempo después, la criatura de sus fantasías volvía a entrar por una ventana. Otra mujer estrangulada y destripada cerca del dolmen. La policía buscaba a alguien que creían muy inteligente, feroz y que no dejaba huellas.La tercera víctima fue una niña de 13 años. Las mujeres de toda la región alavesa se encerraban en sus casas. No se atrevían a salir. Empezaban a hablar de un monstruo que sacaba las mantecas de sus víctimas. Algunas mujeres escaparon de sus garras, pero el terror era tan grande que nunca pudieron identificarlo. Veían a alguien deforme y con el rostro irreconocible.A la quinta víctima le quitó la aguja de coser que llevaba como pasador de pelo y se la clavó cincuenta veces en el pecho.
El periódico "El pensamiento alavés" abría su portada así: "Se busca a un sacamantecas".Cuando el demonio dejaba en paz a Juan, éste seguía con su pobre vida. Enviudó tres veces, podéis imaginar el destino de aquellas pobres mujeres.En el invierno de 1879, mientras Juan Díaz de Garayo trabajaba en el campo, una niña de cuatro años que pasaba por allí con su padre lo vio. La niña lloraba muerta de miedo mientras señalaba a Juan y decía a su padre: "Papá, ese hombre es malo. Ese tiene que ser el sacamantecas". La prensa contaba después, que Juan se derrumbó, le habían descubierto después de tantos crímenes.Juan Díaz de Garayo fue apresado y encerrado en la prisión de Vitoria. La Guardia Civil contaba que Juan había confesado no saber lo que había hecho, casi no podía articular palabra. En el informe forense se destacaba: "Su cráneo, su frente parece la de un neandertal. Mandíbulas prominentes. Es un macho brutal, un monstruo. Su rostro está lleno de asimetrías. Un enigma de la moderna antropología. Y en los crímenes algo extraño le ha obligado actuar. Él dice que ha sido el demonio". (Informe forense de Bernardo de Quirós).Un mes después, el más famoso verdugo de la época, Gregorio Mayoral, llegado de Burgos; lo sentaba en el garrote vil. Y el verdugo no pudo evitar el miedo.
Aquel hombre era diferente. Algunos juran, que aquella noche en la prisión, se oyó un extraño grito.El sacamantecas fue enterrado en una tumba sin nombre ni cruz. Varios vecinos de Eguilaz, vieron a un extraño espantapájaros cerca del dolmen y otros dicen haber visto a un extraño ser esconderse en las viejas ruinas. Aquello ya era el inicio de la leyenda de "los crímenes del monstruo sacamantecas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario